Sonriendo cruza la calle,
se siente normal,
otro pequeño satán saciado de carne.
Camina unos cien pasos y se detiene,
ha olvidado algo. El retorno es inevitable.
Empieza a desandar sus pasos y descubre que ha amanecido,
la ciudad cobra vida, ya no se siente normal.
Esconde las manos en su abrigo
y trata de limpiar la sangre de sus labios.
Esconde la mirada, sus ojos se vuelven opacos,
Pierden su brillo.
El color rosado de sus mejillas desaparece
Abriéndole paso al gris, tan triste.
Otra vez será, piensa, y acelera los pasos hacia su cueva
Su victima lo mira desde la ventana,
la habitación evidencia maltratos.
La débil muchacha cierra los ojos,
se arrodilla mientras se limpia la sangre de los colmillos,
sus garras se entrelazan y ruegan al cielo:
No quiero ser normal.