martes, julio 06, 2010

La verdades desnudas

Les pido a ustedes glándulas pineales que dejen de atormentar buscando certezas, no ven que hace frío como para desnudar la verdad de una idea. Las verdades solo deberían desnudarse en lugares privados o playas nudistas y en verano, y no ante la vista de todos, por ejemplo en la vía pública y con 8 grados de temperatura y una sensación térmica de 3 grados en pleno mes de julio en el hemisferio sur. Si la cuestión trata sobre desnudar verdades no hay como el mes de enero. Ay! Que gusto da ver hombres y mujeres desnudando sus verdades delante de cualquier extraño. Primero les quitan sus maquillajes de mentira, sus peinados de falsa locura y sus muecas de indiferencia. Continúan sacándoles sus mochilas de miedos, los bolsos de desesperanza y las carteras y billeteras llenas de frivolidad. De esta forma las verdades empiezan a verse mucho más creíbles. Despojadas de sus inútiles accesorios aún queda lo mejor, ya que cada verdad es distinta a otra y sus vestiduras son de lo más variadas.

Algunas usan ropas enormes y pesadas que cubren cada centímetro de verdad y cuesta mucho trabajo desnudarlas, pero cuando descubrimos sus, hasta el momento, tapados cuerpos sentimos que por fin hemos hecho algo que vale la pena, entonces esas tímidas verdades comienzan a pavonearse y mostrarse felices ante la cara de todo el mundo causando la envidia y desazón de las verdades vestidas.

Otras, en cambio, solo visten alguna que otra diminuta prenda, pero aunque pueden verse muchas partes de sus cuerpos logran distraernos y enjaular nuestra atención esas pequeñas ropas de colores vivos y estridentes como el canto de sirenas nórdicas. Para desvestir estas verdades es necesaria mucha paciencia y minuciosidad, ya que el apresuramiento puede hacer que las verdades se asusten y quieran cubrirse de inmediato. Es que estas verdades a diferencia de las primeras no se sientes agobiadas por sus ropas y cuando empezamos a desnudarlas se sienten expuestas en lugar de liberadas. Por eso hay que desvestirlas suavemente casi convenciéndolas de que esos colores brillantes y llamativos son solo una barrera que nos impide ver la autentica energía de su propio color, su propia luz.

Finalmente encontramos a las tristes verdades que aún intentan cubrirse con harapos que sólo intensifican la fealdad de sus cuerpos nunca amados. Sus harapientas vestiduras son las más fáciles de quitar, pero hay verdades que es mejor mantenerlas vestidas, pero esa es su decisión.