Insolente
La carcajada me salpico el rostro,
decidí partir, resquebrajado,
con el peso de la desilusión en mi espalda.
Simplemente me fui
sin nada que acotar,
yo, el predilecto de tantos males
volví a ese suave letargo que anestesia.
decidí partir, resquebrajado,
con el peso de la desilusión en mi espalda.
Simplemente me fui
sin nada que acotar,
yo, el predilecto de tantos males
volví a ese suave letargo que anestesia.
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