domingo, marzo 19, 2006

Morder

Luego de unos minutos advertí su presencia, allí estaba, a mi lado, un viejo perro. Su respiración era débil y sus ojos opacos evidenciaban un avanzado estado de ceguera. Todo su cuerpo temblaba, y su hocico se acercaba implorante a mi mano. Estiré mis dedos, lentamente, y rocé su nariz, un súbito espasmo me produjo temor, él, confiado se acerco un poco mas, reclamando el tacto, comencé a acariciarlo y observe su inmovilidad. No se cuanto tiempo pasó, los dos unidos por las caricias, él en su regocijo moviendo el rabo, yo en mis pensamientos.
De repente se alejó, sin despedidas, creo que si hubiera mirado atrás yo hubiera llorado, se parecía tanto a mi, a todos. Solo buscaba una caricia en su vida, viejo, sin olfato, tan frágil, tan ajeno al mundo. En un momento pensé que iba a morderme, pero ¿no es acaso lo que hacemos todos? Morder la mano que nos acaricia, intentando borrar nuestras penas, valernos de esa estúpida autosuficiencia creada por nuestros miedos. No puedo olvidar ese encuentro, ese fantasma que vino y se fue dejando esta duda